Alonso Quijano. Así tuvo a bien una noble familia poner de nombre a aquel hombre enjuto, con más pellejo que carne, desprovisto de más bienes que el recuerdo de su linaje y que, al resguardo de miradas indiscretas, en algún lugar de La Mancha, devoraba las jornadas en compañía de sus amados libros de caballería. Este hidalgo de triste figura se entregaba a la lectura con tanta pasión que acabó por cruzar el plano que separa la ficción de la realidad, al menos, la realidad que somos capaces de percibir en lo que entendemos por cordura.
Tal es su grado de identificación con aquellos héroes forjados en tinta que baten sus metales en cruentas batallas en aras de devolver la justicia allá donde fue arrebatada, que siente la necesidad de salir en busca de aventura y convertirse en uno de ellos emulando a tantos valientes que primero ha leído, luego ha visto y con los que después, seguramente, acabaría hablando de tú a tú entre cuatro paredes sin más eco que el de su propia voz.
Como todo buen caballero, su corazón, había de encomendarse a una dama que correspondiera con su amor y sirviera de motor impulsor de su causa. Lamentablemente, esta misión, resultaba tan complicada como la propia carrera de caballero andante -si no más-, así que su ingeniosa mente confabuló distintos recuerdos amorosos en torno a una joven campesina que una vez le cautivó creando así la figura de Dulcinea del Toboso, su particular Emperatriz de la Mancha.
Toma por corcel a un destartalado jamelgo al que llama Rocinante y rescata del olvido una vieja armadura de sus antepasados y, no viendo completa la imagen como se figura dentro de su cabeza, consigue convencer a un labrador, Sancho Panza, para que goce de ser su escudero. Aunque reticente en sus cavilaciones y mucho más práctico, quizá por su ignorancia o por la certeza bien aprendida de que contar con grietas en las manos y un tostado en la piel era la única manera de llenar la barriga y dormir cobijado, el labriego acaba compartiendo los sueños y aventuras de su señor.
Solo una cosa le faltaba a este aventurero soñador para dirigirse al destino que le estaba encomendado: un nombre a la altura de la proeza que habría de realizar. Para este menester, su mente acude a las novelas fantásticas que tantas veces ha leído, incluso vivido en propia piel de forma figurada, y escoge, al fin, Don Quijote como deferencia y proximidad al Caballero de la Carreta, Lancelot o Lanzarote, miembro destacado de la Mesa Redonda de las aventuras artúricas con quien tantos buenos ratos había compartido.
En este curso, los estudiantes del IES Carlos III han llevado a cabo distintas actividades para fomentar la lectura y empoderar las grandes obras de nuestra literatura y, entre otras, se ha realizado una lectura de esta fabulosa y mediática obra de Miguel de Cervantes que se convirtió en la más importante y reconocida en nuestra lengua. Una quincena de estudiantes y docentes han grabado, para vuestro disfrute, el primer párrafo de esta novela en distintos idiomas, reflejo de la riqueza y diversidad que caracteriza nuestra tierra, para animaros a leerla o releerla con la misma ilusión que lo haría el Caballero de la Triste Figura.
Presentación de la actividad a cargo de Alba Sabater:
Escoge aquí, el idioma en que prefieres escuchar el primer párrafo de la novela.
Español: Myriam Albalá
Alemán: Isabel Sánchez
Árabe: Mohamed Mouarib
Catalán: Denise Rojas
Euskera: Iría Tejero
Francés: Loann Díaz
Gallego: Isabel Cazenave
Holandés: Clara van Broekhoven
Inglés: Enmma Real
Italiano: Bruno López
Latín: Rocío López
Ruso: Arseni Mundo
Portugués: Bruno Alexander
Rumano: Alejandro Navarro
Créditos:
Imagen de cabecera: Wilhelm Marstrand [Don Quijote y Sancho Panza en un cruce de caminos, 1847]. Derechos.
Idea original y desarrollo de actividad: Isabel Sánchez.
Grabación y edición de audios: Ismael Navarro.
Post: Javier Luque