En la era digital actual, la Inteligencia Artificial ha dejado de ser una mera posibilidad futurista para convertirse en una herramienta transformadora en diversos campos, y la educación no puede ser una excepción.
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A medida que las aulas evolucionan hacia entornos más tecnológicos, surge la pregunta inevitable: ¿puede la IA ser una aliada o un enemigo en el aula?
Una de las principales fortalezas de la IA en el ámbito educativo es su capacidad para personalizar el aprendizaje, algo que resulta imprescindible en cualquier centro educativo pero que se constata como una necesidad imperiosa en los centros de carácter público. Cada estudiante tiene un ritmo y estilo de aprendizaje único, y los algoritmos que hacen posible el funcionamiento de la IA pueden adaptarse a estas diferencias individuales. Mediante el análisis continuo de datos, la IA puede identificar las fortalezas y debilidades de cada estudiante, ofreciendo así recursos personalizados y recomendaciones específicas para optimizar su progreso académico.
Este año, el IES Carlos III ha apostado por desentrañar los misterios de esta tecnología para poder aplicarla de forma práctica en nuestro recorrido educativo. Para ello, se está formando al sector docente en las distintas herramientas que facilitan la generación, análisis y curación de materiales educativos (contando con una formación en centro exclusiva) y, al alumnado, en el uso activo del prompting y la generación ética de contenidos académicos (proyecto de innovación «La IA, naturalmente»).
Si hay algo en donde la IA nos puede resultar de extrema utilidad es a la hora de ofrecer una retroalimentación individualizada de calidad. Esta acción resulta esencial para el aprendizaje efectivo y aquí es donde las aplicaciones inteligentes brillan con luz propia. Los sistemas basados en IA pueden proporcionar retroinformación inmediata sobre tareas y evaluaciones permitiendo a los estudiantes comprender sus errores al instante y ofreciendo contenidos de profundización o de refuerzo adaptados a su potencial o a sus deficiencias; de esta manera, no solo se mejora la comprensión del material, sino que también se estimula el aprendizaje en un ciclo de mejora continua.
El empleo de la Inteligencia Artificial en el aula no implica necesariamente un abandono de la formación tradicional, ya que puede integrarse de forma coherente en esta favoreciendo las estrategias pedagógicas que requieran el uso de materiales actualizados y verdaderamente relevantes. Esto permite adaptarse de forma natural a los cambios que la sociedad está experimentando con ayuda de la tecnología de manera más ágil, pero sin desprenderse de metodologías que han venido demostrando su utilidad a lo largo de los años.
La IA puede ayudar a los estudiantes a desarrollar habilidades clave para el siglo XXI, como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la creatividad al proporcionar desafíos adaptativos y situaciones del mundo real. Puede ser una aliada, pues, a la hora de estimular el pensamiento independiente y la aplicación práctica del conocimiento, pero no nos engañemos, en el estadio en que nos encontramos no podemos prescindir de la supervisión humana. Se impone así la necesidad de educar en un uso correcto y ético en el que esta tecnología nos sirva de ayuda para trabajar de forma más ágil permitiendo al estudiante dedicar más tiempo a los procesos cognitivos de orden superior como el análisis, la evaluación y la creación de nuevos contenidos, en lugar de sustituir nuestra intervención desentendiéndonos del proceso.
Todo esto será abordado en distintas sesiones formativas para nuestro claustro y se irá trabajando con los estudiantes en las distintas situaciones de aprendizaje.
Autor: F. Javier Luque.
Relación con: proyecto de innovación «La IA, naturalmente» y con la formación en centros «IA Educativa: transformando el aprendizaje en el aula«.
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